El Ingeniero Agrónomo Enrique Scholz fue el espíritu inquieto del grupo que fundó las empresas Agro Roca y Tecniterra , quien motivó a sus socios a desbrozar el camino nuevo, el que los llevó a buscar alternativas al abuso de productos químicos en la producción de fruta del Alto Valle, como también a incorporar nuevas variedades y tecnología en las chacras.
Sus socios confiaron en él, quien en la década de los 80´s recorrió distintas universidades del mundo en busca de soluciones más ecológicas para la producción frutícola. Era un momento propicio, en muchos países había investigadores que estaban empeñados en encontrar soluciones verdes como las que buscaba Scholz. También crecía la  conciencia ecológica, los consumidores y los mercados se volvían más exigentes y el desarrollo biotecnológico era tan promisorios como sus anhelos.

 

Una en California y otra en General Roca

Esta búsqueda de vanguardia tendrá resultados positivos y alentadores para nuestra región de la mano de este ingeniero. En poco tiempo Agro Roca SA se convertirá en la primera empresa productora de fruta orgánica de Argentina y la primera en Latinoamérica en aplicar feromonas y experimentar con método de confusión sexual. “Fuimos los primeros en usarlas, recuerda. Había dos experiencias mundiales entonces: una en California y otra en General Roca. Comenzamos en una hectárea y hoy hay más de 24.000 hectáreas con feromonas en el Valle. Fue un buen resultado. La tecnología se multiplicó. Aparecieron otras empresas, ahora todo el mundo aplica el método pero entonces fuimos audaces, los pioneros. Obviamente el modelo nuestro fue copiado y muchas empresas en el valle siguieron nuestros pasos. Empezamos en 1988, hace 24 años.” Esta técnica, y otras que se desarrollarán en adelante constituyeron un cambio cualitativo, provocaron una reducción enorme del uso de agroquímicos de síntesis e iniciaron el camino de la producción orgánica de pepita en el Alto Valle.

Orígen

Enrique Scholz nació en Argentina el 29 de diciembre de 1936, pero pasó su infancia en Alemania. Cuando tenía tres años viajó  a Europa con su familia en momentos en que se desató la Segunda Guerra Mundial, motivo por el cual sus padres- de origen alemán- no pudieron salir de ese país. Vivieron allí entre 1939 y 1948, en la zona de Sajonia. Su padre estuvo en el frente y él vivió con su madre y dos hermanas en una aldea pequeña.
Como toda persona que atraviesa una experiencia tan dramática como la guerra, encontró su modo de supervivencia espiritual. Sin dudas, una vivencia poderosa y definitiva en la mente de un niño, pero que en un ser optimista transmutó en experiencia. “Las impresiones son imposibles de transmitir - afirma Scholtz-, son como el dolor, uno puede transmitir la alegría, pero no el dolor. Para sintetizar, puedo hablar de las enseñanzas que tomé en aquella Alemania: un rechazo total a la guerra y un respeto total por los alimentos”.

Renacimiento
Pero hay algo más que quedó en su memoria y que cambió su vida para siempre. Recuerda el ingeniero: “Tenía unos 10 años cuando terminó la guerra. ¿Cuál es el recuerdo que tengo de ese momento?¿Qué es lo primero que apareció en la posguerra? Fueron las flores. La gente quería alegría, eso fue casi un símbolo del renacimiento. No había nada pero había flores. Narcisos, campanitas… y la gente las adquiría, las canjeaba por otras cosas. El fin de la guerra es la aparición de las flores. Recuerdo una ciudad como Stuttgardt, totalmente destruida. Y de repente, sobre las ruinas, la gente empezó a ordenar los ladrillitos y a poner flores. Fue absolutamente bello… A tal punto quedé marcado por esto que creo que decidí entonces mi carrera, selló definitivamente mi amor por la agricultura…”

 

Agronomía en Buenos Aires
Con las flores en su retina, regresó a su casa en este país. Culminó sus estudios secundarios en la escuela German Burmeister y se anotó en Agronomía en la Universidad de Buenos Aires.  Scholz agradece haber tenido profesores excelentes, con ellos aprendió lo que la disciplina exigía, pero además, cultura, el placer por el conocimiento y la curiosidad para encontrar nuevas respuestas a las viejas preguntas.
“Le debo mucho a esos profesores excelentes- cuenta- por haberme inculcado esa idea que en ciencia la verdad no existe, existe en todo caso en un momento, hasta que se demuestra que esa verdad no era tal y se supera. Ese pensamiento básico fue fundamental en mi vida, me llevó a revisar permanentemente mis prácticas, a ser siempre crítico de lo que hago. Yo creo que una de las cosas importantes de la vida es la autocrítica, es como un chequeo hacia sí mismo. Y eso permite ser permeable a las ideas nuevas, estar abierto a lo nuevo.”

 

Amigos, socios y familia
Y hay otra cosa más. La Universidad también le dio amigos. Amigos que poco después de recibidos, serán socios: los Ingenieros Leonardo Lustig, Jorge Bolthauser y Sebastiano “Vasco” Legaspi. Con ellos armó su primera  empresa, Agro Roca S.A.
Cuatro días antes de dejar su trabajo en una estancia de la UBA, la estancia Los Patricios, Bolthauser y Lustig lo convencieron de visitarlos en el sur. No conocía esta zona. Y en ese viaje, verano de 1964, nació una empresa. “Entré en esa pequeña empresita que apenas tenía una camioneta- recuerda Scholz. Empezamos muy de abajo, mientras dábamos clases en el Colegio San Miguel ad honorem. Cuando empezamos era nada más que representante de Shell. El Ingeniero Legaspi era el técnico de Shell de Bahía Blanca, de modo que nos volvimos a juntar los cuatro que habíamos estudiado en un emprendimiento. Cuando Shell cerró sus operaciones de agroquímicos, Legaspi se sumó a nosotros….. Ghirardelli también fue socio pero después vendió. Formamos otra empresa. La primera fue AgroRoca; y la segunda y paralelamente, Tecniterra que se radicó en Cipolletti. Acaba de cumplir 41 años. Continuamos los mismos socios con nuestros hijos.
También le debe a su amigo Leonardo Lustig y a su esposa, el haberle presentado a quien sería su esposa, Marta Bizotto, con quien se casó el 10 de agosto de 1972 y tuvo dos hijas: Betina y María Cecilia.

“Agradezco a mis profesores tanto como a mis amigos y socios. Es muy difícil en Argentina que una sociedad de amigos se mantenga por más de 40 años. Habernos conocido en la facultad y llegar a los setentitantos juntos, con la misma confianza y el mismo espíritu, es muy poco común. De los cuatro quedamos Lustig y yo, de Legaspi quedó su hijo, Bolthauser murió sin tenerlos. De modo que este no es un premio solo para mí, es compartido, fundamentalmente con el ingeniero Lustig que está aquí. Yo le debo mucho a esa sociedad que confió en mí, pese a los errores. Yo era el innovador, el que proponía arriesgar, y confiaron pese a los riesgos, la incertidumbre”.

 

Soluciones verdes
Las ideas siguen siendo su capital más importante. Comenzaron haciendo asesoramiento técnico a productores y empresas frutícolas del Valle; a lo que agregaron comercialización de agroquímicos y algunas dudas. Dudas que sirvieron como estímulo y motor para emprender un reto fundamental en la historia de la fruticultura de la norpatagonia.
La década de los ochenta marcó el inicio de una revolución para la empresa y para el valle. Cuando el mundo parecía decir que todo se podía solucionar químicamente, los especialistas sabían que la naturaleza generaba resistencias y empezaron a dudar. Fue entonces que Enrique Scholz salió al mundo. A través de contactos con universidades de EE.UU, Alemania, Australia supo que había nuevos caminos, sobre todo que había investigadores y universidades con dinero para transitarlos. Hace un reconocimiento a varias universidades, a la de California, a la de Washington, a la de West Virginia y a Heidelberg; que los contactaron con científicos que apostaban a soluciones más amigables con el medio ambiente. A través de las Universidades lograron vincularse también con las empresas que se dedicaban a la fabricación de productos innovadores que importaron a la Argentina.
“Le debo mucho a una persona en especial, a Harry Shorey- agrega- quien desarrolló el primer emisor de feromonas presurisado con control remoto. Al fallecer quedó trunco su invento pero hoy ya es comercial. Tuve la suerte de colaborar con él en el diseño, con quien es la figura máxima, el Favaloro de estas cosas. Una persona maravillosa.   A él le debo mucho y nuestra empresa le debe mucho. Fue un investigador abierto, generosos y la universidad invirtió muchísimo en él. Pero invirtió bien, pues la tecnología que generó se vende. Murió en 1998 con el invento casi terminado. Hoy se vende, pero no con todo lo que habíamos soñado. La idea era tener un sensor de medía la dirección del viento y se apagaba cuando cambiaba, y se hizo una cosa muy básica, un Fort T, pero seguramente alguien lo va a retomar alguna vez.”.
“Otro producto que también le debo a la academia, en este caso al INTA Castelar de Argentina, es un producto biológico que mata carpocapsas, primer insecticida biológico para el control de carpocapsa, registrado en Argentina por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, elaborado por una empresa internacional productora de bioinsumos, y comercializado en el país por nosotros.Ellos encontraron y desarrollaron el virus, pero no lo podían fabricar y lo fabricaron en Francia con licencia de ellos, y AgroRoca participó de este proceso. Fuimos de los primeros en prestarnos para hacer un ensayo en grande, eso era sumamente riesgoso. Pero le encontramos la vuelta y hoy es muy corriente en todo el mundo, todo el mundo lo conoce…la combinación de esas dos técnicas es muy aceptada en EEUU y el mundo.

Se trata de un insecticida biológico, inocuo para el hombre, los animales, la fauna, abejas y plantas que además, no deja residuos tóxicos en frutos ni en el medio ambiente. El control tradicional de esta plaga clave de frutales de pepita implica trabajar con riesgos para la salud humana y el ambiente. Este producto es compatible con los principios del Manejo Integrado de Plagas, ideal para la producción orgánica, como alternativa eficaz y no contaminante. Y por último, fueron los primeros en traer un producto, micropartículas reflectivas que reflejan el sol y evitan asoleado de las plantas.

 

Freno al abuso de productos sintéticos

Al principio de esta búsqueda, la idea de Agro Roca no fue  hacer alimentos orgánicos. La idea era buscar una alternativa al enorme abuso de los productos sintéticos. Luego, y como una consecuencia natural,  se dedicaron a la producción orgánica, también de modo absolutamente pionero.
A medida que la empresa echaba fuertes raíces, la sociedad expandía su producción de peras y manzanas; crecía en empaque y frío hasta integrarse. Agro Roca no sólo fue la primera empresa en Latinoamerica en comercializar las técnicas necesarias para producir manzanas y peras orgánicas, también se convirtió en el mayor productor y exportador de peras y manzanas orgánicas del continente.

En 1989 la empresa hizo el primer embarque para exportación de fruta orgánica del país y recibieron un premio de reconocimiento por ese motivo.